Por Iris Herrera de Milano
En la práctica cotidiana, la denominada Cultura se traduce en un conjunto de elementos que ponen de manifiesto "lo que se hace en cada organización y cómo se hace".
A veces hemos escuchado palabras como las de Eduardo y es entonces cuando las reglas y políticas, costumbres establecidas y normas, ceremonias y eventos cobran vida ante nuestros ojos.
En estos momentos muchas de las empresas están realmente interesadas en incrementar sus niveles de productividad para mantenerse y/o sobrevivir en un mercado que se ha vuelto difícil e inestable.
"¿Qué podemos hacer?", se preguntan los empre-sarios.
"Ya hemos introducido mejoras tecnológicas, análisis y mejora de procesos, estamos aplicando un sistema balanceado de indicadores; sin em-bargo, nuestros resultados siguen siendo bastante discretos y la gente parece no montarse en el tren del cambio. Mis clientes siguen quejándose o simplemente no repiten sus pedidos.
¡¡ ¿Qué pasa? !! ¿Será que esta gente que tengo no sirve para nada? Tengo ganas de cerrar este negocio y de irme por ahí.”
Cuando se encuentra en ese estado de cuasi desespe-ración, el empresario oye en una conferencia que alguien dice:
"es esencial un cambio de la cultura organizacio-nal",
y la idea comienza a rondar sus pensamientos.
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